Por Mtro. Eduardo Grajales González
En los últimos años, la escuela en Chiapas ha experimentado una transformación profunda, no solo en sus contenidos, sino en su estructura, su funcionamiento y su sentido. Esta nueva fisonomía educativa se refleja en los datos estadísticos más recientes, que nos obligan —como autoridades educativas y como sociedad civil— a tomar decisiones políticas y cívicas de gran relevancia.
Según un estudio aplicado durante el proceso de preinscripciones para el ciclo escolar 2025-2026, Chiapas superó la meta establecida con un aumento del 3.8%, lo que representa 17,715 estudiantes más que el ciclo anterior. Esta cifra evidencia la creciente importancia que distintos sectores sociales están otorgando a la educación.
Este incremento no solo señala una mayor demanda educativa, sino también una profunda transformación cultural: se han preinscrito estudiantes provenientes de 45 nacionalidades extranjeras dentro de los sistemas estatal y federal y hablantes de 21 lenguas indígenas de ambos sistemas. La escuela chiapaneca, en este sentido, se perfila no solo como un espacio intercultural, sino como un verdadero entorno multicultural.
Las preinscripciones se llevaron a cabo en todos los municipios del estado, destacando Tuxtla Gutiérrez y Tapachula como los de mayor concentración, a pesar de haber sido catalogados el año anterior entre los más violentos del país, según la Encuesta Nacional de Seguridad Pública Urbana (ENSU) del Instituto Nacional de Estadística y Geografía (INEGI) en 2024. También hubo incrementos significativos en municipios históricamente conflictivos como San Cristóbal de Las Casas, Comitán, Villaflores, Palenque, Chenalhó, Ocozocoautla y Frontera Comalapa.
Este comportamiento es un sólido indicio de que la estrategia de seguridad conjunta entre el Gobierno del Estado y el Gobierno Federal está dando resultados: se está restableciendo la paz social y devolviendo la confianza a las comunidades, que hoy optan por devolver a sus hijas e hijos a las aulas.
Particular atención merece el crecimiento en la modalidad indígena, que pasó de 134,031 a 139,319 estudiantes —un aumento cercano al 4%—. Se trata de una cifra significativa que habla del compromiso de la actual administración por visibilizar y atender a poblaciones tradicionalmente excluidas, como un acto de justicia social.
Otro dato revelador: el 75% de los estudiantes fueron preinscritos sin presentar documentación académica. Si bien esto podría considerarse una falta normativa, desde un enfoque humanista representa una medida incluyente que garantiza el derecho a la educación de quienes se encuentran en situación de movilidad o vulnerabilidad.
Frente a esta realidad, el estado de Chiapas tiene hoy la posibilidad —y la responsabilidad— de consolidar una educación moderna, creativa, incluyente y profundamente humana. Esto implica fortalecer la infraestructura escolar, profesionalizar a los actores educativos y promover una visión de conciencia crítica sobre el papel de la educación en el desarrollo estatal.
Pero esta transformación no puede sostenerse de manera aislada. Requiere la articulación con actores clave: organizaciones no gubernamentales, centros de investigación, instituciones de educación superior y otros sectores estratégicos. Solo una alianza amplia permitirá diseñar políticas públicas que respondan al contexto chiapaneco y promuevan una formación humana integral.
En este marco, el gobierno encabezado por el Dr. Eduardo Ramírez Aguilar ha impulsado una política educativa basada en el Humanismo que Transforma: una visión ética donde los procesos educativos —operativos y administrativos— están al servicio de las personas y no de indicadores estandarizados.
Este modelo humanista y descolonizador se sustenta en los principios de la cosmovisión originaria de los pueblos chiapanecos, ya abordados en entregas anteriores: Lekil kuxlejal – El buen vivir; Lekil xch’anel – El buen aprender; Ich’el ta muk’ – Recibir al otro como grande; y K’uxubinel – Sentir el dolor del otro.
Guiada por estos principios, la escuela chiapaneca se transforma en un espacio contextualizado, intercultural, creativo e incluyente. No se trata solo de enseñar contenidos, sino de generar comunidad, diálogo y sentido de pertenencia en este “pueblo de pueblos”, como ha definido el gobernador al estado de Chiapas.
Para que esta transformación sea duradera, se necesita una participación decidida del Gobierno Federal, tanto en el plano político como en el ético. Es imprescindible un compromiso presupuestal serio y sostenido que fortalezca la educación especial, inicial e indígena, históricamente rezagadas por la política educativa nacional.
El camino hacia una educación transformadora en Chiapas ya está en marcha. Lo que está en juego no es solo el acceso a la escuela, sino la posibilidad de construir una sociedad más justa, más crítica y más consciente de su riqueza cultural y humana. En conclusión, la nueva fisonomía de la escuela en Chiapas no es únicamente una cuestión de infraestructura o estadísticas: es una apuesta por una transformación profunda, en fondo y forma, que tiene como meta principal dignificar el aprendizaje, la docencia y el tejido social de nuestro estado.